Fotos con rostros sonrientes y con los nombres en letras grandes. Son los afiches que marcan el comienzo de la campaña electoral de las elecciones provinciales de este año. Los candidatos se han esmerado en destacar su imagen; a muchos se los ve con caras distendidas y en gigantografías. Curiosidades de la política comarcana: hay postulantes que no anticipan su apoyo a determinado candidato a gobernador; están los que se muestran seguros de que la ciudadanía sabe de sus pasos y hay otros tantos que se descuentan ya como ganadores, porque vislumbran el triunfo del oficialismo provincial. Los trazos generales de sus anticipos, sin embargo, exponen un viejo déficit de la política de estos pagos: ausencia de proyectos y de planteos estratégicos, escasa inquietud por las cuestiones regionales o del modelo en marcha, un nulo interés en debatir temas centrales respecto de la ubicación de Tucumán en la Argentina y el mundo. Podría especularse que los asuntos de mayor calado no atraen el interés de los votantes, que la agenda de esta campaña dependerá casi exclusivamente de sus improntas o que el escenario económico de los últimos años los beneficia, porque defenderán la marcha del Gobierno, o en todo caso, porque el panorama les sabe a poco. Pero, lo más seguro es que esa carencia de propuestas, ideas e iniciativas tenga que ver con la poca valoración que la dirigencia y la ciudadanía le da a la democracia y a la política como herramienta de cambio, con la mínima vocación transformadora que se evidencia en los postulantes, con un compromiso vacío que han venido desarrollando los actores sociales, con una cultura neutral y devaluada -aunque en apariencias comprometida- de lo que significa hoy en la Argentina el deber ser de la política.
¿Es la sociedad la que no reclama demasiado y se siente cubierta con las respuestas? ¿Son los diversos líderes sociales los que no van o no pueden ir más allá? Lo que parece más claro es que el verbo debatir no se ha conjugado con mucho interés en estos años. Tucumán, por caso, se debe una discusión profunda respecto del perfil de su economía, de su regionalidad y de sus perspectivas. En una época en que los grandes paradigmas han ido perdiendo ubicación y clase habría preguntas que formularse respecto del lugar que ocupa hoy en esta Argentina compleja y multivalente. La tesis de Raúl Prebisch, sobre los términos del intercambio de los países periféricos o la visión de que sólo el desarrollo industrial podía asegurar crecimiento sustentable ha quedado en entredicho. "Hace 20 años los ingenios ocupaban cientos de trabajadores, pero hoy en día, la tecnología y la capacidad productiva han cambiado el panorama. Ya no se instalan grandes fábricas cerca de los centros de producción; las industrias están en los ejes de comercialización porque el flete, entre otras cosas, complica el negocio. Córdoba concentraba fábricas de zapatos; ahora la gran mayoría se fueron a Buenos Aires, el gran centro de consumo. Hay que quitarse de la cabeza eso de que Tucumán debe ser un polo industrial. Habría que darle más impulso y apoyos a la tecnología, a ese mundo, porque por ahí podría venir lo nuevo". El pensamiento de un funcionario del Gobierno orienta la reflexión. Es cierto que la realidad no da tregua y que algunas voluntades no encuentran los lugares para diseñar propuestas de más calado. La preocupación por el salario, el aumento de la inflación y el rumbo del gasto ocupan mucha más energía que las temáticas de fondo, casi siempre sin rédito electoral. En un punto, la inquietud por las urgencias no debiera merecer reproches. Ocurre que la mayoría de los mismos actores vienen convalidando con sus decisiones estos cráteres por lo que los argentinos viajan a los tumbos. "No podemos ir más allá del 20% de un aumento salarial repartido en todo el año. En el presupuesto de la provincia ($ 10.000 millones), con esa progresión habría que salir a buscar unos $ 88 millones porque la planilla salarial es un 44% del presupuesto", cavila un hombre de las altas esferas para corroborar sus primeras necesidades.
Avances de la gestión
Acicateado para defender su rumbo, el Gobierno provincial y sus candidatos pueden mostrar los avances de una gestión que conquistó cumbres que parecían lejanas: bajó el desempleo, estabilizó las finanzas públicas, mejoró el rendimiento de las actividades del Estado, empujó la instalación del proyecto de bioetanol, entre otras cosas. Una buena parte del escenario favorece al oficialismo. No sería poco para lo que fue nuestra historia económica de los últimos años, aunque las materias pendientes también tienen una escalera que sortear. Se sabe, el sistema democrático es bastante más de lo que un gobierno puede generar. Los sectores de la oposición, los actores institucionales fuera del poder, las centrales empresarias, los profesionales y los sindicatos no han vendido mostrando el mismo empeño en defender sus cubiles que en mirar al futuro o en ilusionar a la sociedad con proyectos innovadores para Tucumán. El tiempo de la campaña debiera ser el momento clave para darle más valor, contenido y profundidad a la versión local de lo que ha significado la política, del "homus politicon".